Agricultura en Marte

Agricultura en Marte

De una novela de ciencia ficción que afirma ser una narración que no se relata nada ficticio, un resumen, una pálida imagen de un acontecimiento histórico, nos relata sobre tecnología secreta, energía solar, ovnis, contacto secreto con los habitantes de Marte, cómo es su planeta y forma de vida. “Yo he estado en Marte” de Narciso Genovese se nos hace interesante y no es que entremos a debatir si es el relato es falso o verdadero. Cómo fuese, encontramos en la parte de agricultura una cierta forma que nos recuerda mucho a vivir con principios y sistemas de Permacultura ya que cada habitante del planeta Marte posee su propia tierra y cultivan, producen y cubren sus necesidades básicas con ayuda comunitaria de vecinos que aportan todos por un bien común. Les dejamos este extracto del libro para echar a volar su imaginación sobre la vida en otros planetas.

AGRICULTURA

Los habitantes de Marte se dedican todos en alguna forma a la agricultura. Los alimentos de cada familia son cultivados y preparados por ella misma.

Siendo, como veremos, su sistema político-social muy distinto del nuestro, no existen en Marte diferencias de clase y mucho menos de razas. No existen latifundios, patronos poderosos ni terratenientes exclusivistas. Cada familia posee su tierra, la que cultiva para sus necesidades, no existen consecuentemente braceros de oficio que se dediquen al cultivo de la propiedad ajena.

Constituye así la agricultura un hobby general y la más difundida de las ocupaciones. En Marte reviste dignidad y carácter sagrado todo lo que tiene relación con la naturaleza, la cual ha correspondido generosamente, prodigando en abundancia el conocimiento de muchos de sus arcanos. El Sol, la más excelsa de las criaturas, por el cual existe, subsiste y vive el planeta, es motivo de sincera veneración y objeto de estudio profundo.

La tierra, el elemento vital para el habitante: de ella somos, en ella y por ella vivimos. Las aguas son el elemento que vigoriza y hace vivificante la tierra. La atmósfera es el espíritu, el fruto del desposorio entre la tierra y el mar; desposorio que, con la energía vivificadora del astro rey, engendra la vida.

Estos sublimes conceptos de la maravillosa armonía natural hacen del marciano un verdadero sacerdote de su tierra. Cuida la integridad de las aguas con su constante circulación, y la pureza de su atmósfera con la custodia diligente de su exuberante vegetación.

A la luz de esta sublime ideología, el marciano vive en íntima comunicación con el ambiente que lo rodea y al dedicarse más y más al escrutinio de esos elementos ha penetrado hondamente en sus misterios. El Sol le ha prodigado sus encantos, la tierra sus tesoros y la atmósfera una sana y placentera existencia. Con la guía de esos principios el cultivo de la tierra es tan placentero como podría haberlo sido para Adán y Eva en el paraíso terrestre. Así será la tierra más agradable como mansión y menos pesada como mortaja.

Al escuchar de los sabios marcianos la exposición de tan elevada filosofía no podíamos menos que sentir lástima por nuestro planeta, cuyo brillo contemplábamos con nostalgia confundirse con las estrellas.

Lástima, porque nuestra Tierra es generalmente víctima de una agotadora explotación sin más miramientos que un lucro egoísta.

El cultivo de la tierra, a la luz de los altos principios que hemos expuesto, es un trabajo dignificador y placentero. Se ha logrado además un conocimiento tan profundo de las propiedades constitutivas del suelo y de sus frutos que su rendimiento es altamente eficaz.

Flores, frutos, verduras y plantas adornan terrazas, patios y jardines que constituyen el encantador atractivo de cada vivienda. Cada familia es poseedora además de una porción de suelo más que suficiente para el suministro holgado que permite llenar todas sus necesidades, además de la contribución que cada uno aporta, para el abastecimiento común, destinado a las personas dedicadas a las tareas científicas e industriales, para el cual objetivos otras extensiones de suelo están reservadas.

Los cereales constituyen el cultivo principal, particularmente el trigo, igual al nuestro, y otros dos granos que no conoce nuestro planeta. El maíz no es conocido en Marte.

Una rica variedad de tubérculos, inclusive nuestra patata, que forman uno de los alimentos básicos.

Plantas textiles sólo son dos pero sin ninguna semejanza con el algodón y el lino nuestros. Las frutas son variadísimas, siendo las principales la manzana, la pera, semejantes a las nuestras, el durazno, mucho más desarrollado y una extensa variedad de uvas, desprovistas de propiedades alcohólicas. Las bebidas embriagantes no son conocidas en Marte.

Volveremos a recordar que el sesenta y cinco por ciento de su producción agrícola es obtenido por el sistema hidropónico.

Más detalles al respecto serán objeto de un tratado aparte; esto bastará para forjarnos una idea de la vida vegetal del planeta. Para complemento consignamos de una vez que la fauna en Marte es mucho más limitada que en la Tierra. No se conoce casi a ninguno de nuestros animales salvajes, fuera de una variedad de oso blanco en las extensiones polares.

Abunda en cambio una variedad considerable de animales domésticos de adorno y de utilidad exclusiva para la producción lechera. El animal no proporciona al marciano ni alimento ni vestido. En Marte es desconocida la dieta a base de carnes calientes y no se conoce el vestido a base de lana u otras pieles.

Lo que sí abunda en su dieta es el pescado y varios productos de la flora marina que son asimismo fomentados con diligente protección.

“Yo he estado en Marte”
de Narciso Genovese

Gerardo González Garibay, (2010, 01). Agricultura en Marte. Permacultura.org.mx
www.permacultura.org.mx/reporte/agricultura-en-marte/


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